MENSAJE ENVIADO


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Hay veces en que el simple hecho de sentirte culpable no es impedimento suficiente para dejar de hacer algo. Veces, en que la idea de qué pasaría de no hacerlo, pesa más que el miedo a llevarlo a cabo. Y de pronto tienes ante tus ojos un  “mensaje enviado” y ya no hay vuelta atrás. 

Sólo un condensador de fluzo podría enmendar tu error y tampoco debe de funcionar tan bien, o que se lo pregunten a Michael J Fox y su parkinson galopante.

Mientras te embarga una mezcla de vergüenza, incertidumbre y cosquilleo estomacal, pulsas mil veces ctrl+z  en tu cabeza,  pero, el único momento en el que deseas que se abran cien mil ventanas de "¿realmente quieres arrastrarte tanto?", cancelar no es una opción.

Ya sólo queda el remordimiento, literal -donde uñas, bolis y labios son los grandes perjudicados- y metafórico -cuando sientes tanto dolor en el alma que ya no te quedan dudas de su existencia. La única salvación posible es no recibir la bofetada que prevés desde el primer caracter. Pero, admitamoslo, si hay culpabilidad, la probabilidad es muy alta: se avecinan calabazas o, a lo peor, una humillación mayúscula. 

Pero ahí están. Cada fin de semana, en el mundo, se suceden millones y millones de mensajes bomba pasada la media noche, y lo que es peor, gracias a internet ahora existen los mails bomba, y cualquier-sucedáneo-de-chat bomba.

Tres mensaje bomba han estado a punto de hacer volar en pedazos mi RÉSISTANCE anti-bucle (afortunadamente me conozco, bacalao, y borré el número y todo rastro de No-Novio en mi móvil). Como mi ansia autodestructiva no tuvo éxito por ese lado, dejé una bonita canción en el muro del pirata.
¿A ti te ha contestado? Pues a mi tampoco, pero ha cambiado su foto de amor en blanco y negro, por una de devoción en tecnicolor. Ahí lo llevas.

Sólo queda apechugar con mis principios: "si quieres escribir, escribe, porque ya no es que te quedes con las ganas, sino que las retienes y magnificas". Eso fue lo que le dije a Marianne, y espero que ella haya tenido más suerte con el Chaleco.

¿Quemar el último cartucho* o perder el móvil escondiéndolo en cualquier maceta?

*Una cosa es una cosa y otra cosa, son dos cosas. Último cartucho no es dignidad. Esa me gusta conservarla intacta, por mucha orden de alejamiento que me pusiera aquel fulano.


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