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TELÉFONO ROJO
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25.de
25.de
Ayer llamó Anne. Problemas en el paraíso. “Es Paul, no sé en qué punto estamos. Y para colmo aparece Sawyer, el del trabajo. Me ha picado”
“Anne, tranquila, es sólo una picadura, probablemente sólo te sientas halagada y eso no significa que debas dejarlo con Paul.”
Hoy me ha llamado Alicia. “¿Puedes hablar? ¿Qué tal todo? Estoy hecha una mierda. Se ha buscado a otra, ya sé que no teníamos nada serio pero…”
“Entiendo, pero puesto que no puedes echarle nada en cara, sal de ahí, vas a salir escaldada”
Odio hablar por teléfono, así que sólo recibo cuatro tipos de llamadas:
1. Conversaciones de un minuto: ¿A qué hora hemos quedado? ¿Cómo se llamaba el tigre de Jesulín? (desde que la blackberry se ha extendido como un virus ya casi no recibo de esas).
2. Mi madre o familiares: ¿Vas a venir a comer? He hablado con X…
3. Llamadas sin motivo. Cuando conocidos o desconocidos me llaman, si no puedo adivinar el motivo por el que me llaman, no cojo. M&M un lunes al mediodía, paso. Guiri un domingo, pereza. Número privado ¿será no-novio o mi jefa?
4. Houston, tenemos un problema. Amigas llorosas, hermanos en apuros o amigos en crisis.
Esas últimas son las del teléfono rojo.

No necesito ningún coaching que me señale el buen camino: yo de mayor debería ser asistente personal.
Lo peor de todo esto, es que soy la peor consejera del mundo y todos lo saben, ¿lo harán a propósito? Todos saben que soy una mujer de fe: si ha pasado es por algún motivo y puedo asegurar y aseguro que mañana saldrá el sol. Ahí acaba mi repertorio.
Eso sí, funciono perfectamente bajo presión. Sudar la gota gorda antes cables rojos, azules y blancos es lo mío. “Lola, me ha dejado” El batmóvil, el litro de helado y yo, estamos en príncipe pío 20 min. “Lola, lo he dejado” Bajo del metro en marcha y recorro dos km, descalza. “Lola, han disparado mi autobús” En menos de dos minutos, me he hecho amiga del embajador en Maputo y he editado el horóscopo de la revista.
Solía pensar que era empática, ahora sé que soy melodramática y callada (al teléfono). Gracias a ello hago importantes las pequeñas crisis y escucho sin cuartel.
Estoy muy orgullosa y agradecida por mi teléfono rojo, pero a veces lamento no poder llamarme. Siempre comunico.
Y ahora, el colmo de los colmos es que El Consejo de Sabios me quiera de monitora oficial de la Escapada.¡Por ahí no paso!
Hoy soy la reina de Saba.