LA DESVINCULACIÓN


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Hablábamos del proceso de desvinculación (del nuevo hortelano de Marianne). La desvinculación es una de las técnicas más sutiles que existen – técnica en la que me claro experta- para salir por patas de cualquier tipo de relación: de amistad, de pareja, de colegueo. El truco está en iniciar la retirada poco a poco hasta romper todo vínculo.
Pongamos un ejemplo.
Hace unos años conocí a un chico en una discoteca. Mi interés era escaso, pero por culpa del alcohol (gracias amigo) caí en sus brazos: hubo morros e intercambio de teléfonos (gracias de nuevo al alcohol por amordazar a mis neuronas para que no dieran el nº falso).
Llámalo aburrimiento, llámalo desesperación, cuando me llamó para quedar sucumbí. La cita fue bien. Bastante bien. Pero si mi interés con roncola de por medio era escaso, vis-à-vis la cosa sólo podía empeorar. Nos despedimos con un clásico “hablamos” aunque en mi cerebro la frase acababa con un “ni de coña”.
Tengo la peor suerte del mundo….y topé con un insistente. ¡Pero a niveles insospechados! (de estos que llegas a preguntarte dónde guardan el orgullo). Así quedé y requedé. Pero 3 y no más, amigo Tomás.
Entre primera y segunda, distancia y rechazos; en la segunda, frío; entre segunda y tercera, tierra de por medio; en la tercera, cambio y corto. Sin comerlo ni beberlo había cortado todo vínculo con Tomás sin que éste se diera apenas cuenta. El pobre solo notó una distancia creciente entre ambos que acabó con la desvinculación total. Indoloro, rápido, sencillo y para toda la familia.
Por supuesto, ya he probado de mi propia medicina; así que no defiendo mis taimados métodos pero no me vienen nada mal para reconocer la desvinculación a distancia.
Ojalá Anne y Marianne me regalaran huevos por Pascua o por Navidad, a mí y a todos los cobardes cowards desvinculaos. 

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