ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE


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Gran parte de mi tiempo vital discurre en el transporte público. En esos momentos de soledad y aburrimiento introspección, mi cabeza viaja sola a mundos insólitos. Tan pronto estoy imaginando mi vida entre gorilas como confeccionando el menú de la semana.

Las ensoñaciones, que no las planificaciones –el menú de la semana es de lo más inocuo-, conllevan un elevado riesgo: por ley, todo aquello que imagino nunca se cumple. Es un hecho comprobado que toda la gente interesante con la que he soñado despierta, una vez imaginada, nunca llega a materializarse. Por lo que nunca viajaré al Congo a buscar a Amy la gorila así que, puede que críe kiwis en Nueva Zelanda…¡mierda! Ya no puede suceder tampoco.

En los múltiples trayectos de hoy me ha dado por pensar el tiempo que paso sola. No es que me guste, pero me ha hecho acostumbrarme a ciertas situaciones. Conozco a mucha gente que le da vergüenza comer solo, ir al cine solo o hablar solo. Sin embargo a mí me dan vergüenza cosas absurdas como llevar maletas grandes, que mis zapatos hagan ruido por la calle o encontrarme con alguien inesperado.

Está la típica de encontrarte con un compañero del colegio o la facultad y fingir que no le ves, y luego está la atípica de ver a un ex en el metro y tirarte al suelo para que no te vea. Bueno ex, por llamarlo algo, que así dicho puede parecer hasta comprensible que habiendo tenido sentimientos de por medio, saludarlo pueda suponer un reto. Desengañaos, hablo de unos morros y de mi pardeza máxima.

Lo más parecido a un ex que tengo es no-novio. Y a él aún no he accedido a verle. Ahí sigue al pie del cañón, pretendiendo que estamos en la tercera fase de aceptación y superación. El bucle acecha pero…VIVE LA RÉSISTANCE!

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